lunes, 26 de abril de 2010
Ibn Raubas
En 1065 al-Muzaffar fue destronado por su suegro, Abul Hassan Yahya ibn Ismail de Toledo, el célebre al-Ma'mun, que dejó como gobernador de la ciudad a Ibn Raubas, quien de hecho ya la gobernaba. Conservó el poder durante diez años en nombre del régulo toledano, pero a la muerte de al-Ma'mun en 1075, una sublevación encabezada por Abú Bakr ibn Abd al-Aziz, hermano de al-Muzaffar, apartó del poder a Ibn Raubas, que fue encarcelado.
Ibn Hazm
Hijo de un dignatario de la corte califal de los Omeya, vivió en su juventud la agitación de las guerras civiles que en los primeros decenios del siglo XI derribaron la dinastía de los califas cordobeses. En el curso de aquellos años de perturbaciones, y en medio de las alternancias de la fortuna y la desventura (fue durante pocos meses visir de uno de los últimos efímeros Omeya, y antes y después prisionero y fugitivo), se formó su carácter áspero y batallador sobre un fondo de aguda pasión sentimental e intelectual distintivo de su obra científica y literaria.
A los veintiocho años compuso El collar de la paloma, en la fortaleza de Játiva y en un intervalo de la lucha política. Todo el resto de su vasta producción teológica, jurídica, histórica y polémica, en cambio, pertenece a los años de su errante destierro, período en el cual, proscrito de su ciudad natal por motivos políticos y religiosos (era ferviente partidario de una escuela jurídico-teológica heterodoxa, la zahirita, adversaria de la que predominaba en España, la malikita), vagó por las cortes de los príncipes musulmanes de la Península; conocemos su estancia en Almería, Talavera y Mallorca, y su retiro, en los últimos años, a un territorio de sus antepasados, Manta Lisham, cerca de la actual Casa Montija, donde murió.
Un juicio sobre la imponente personalidad humana y científica de Ibn Hazm no puede basarse exclusivamente en su librito juvenil acerca del amor, por más que ya en éste puedan vislumbrarse algunos aspectos de su carácter nada fácil. Elemento dominante es la pasión, ya en las relaciones afectivas de amistad y amor o en las ideas políticas, teológicas y jurídicas en cuyo favor libró sus más duras batallas. Poseedor de un agudo espíritu crítico, manifestado en su exposición polémica del cristianismo y del judaísmo, así como en la de las sectas heterodoxas musulmanas, mantuvo con tenacidad fanática las bases dogmáticas y metódicas de su escuela, con lo cual se atrajo profundos odios dentro del mismo Islam andaluz y condenó su obra de científico y escritor a una escasa fortuna.
Hasta los tiempos modernos, desaparecidos ya los motivos de aversión e impopularidad que perjudicaron su fama, este rudo temperamento de atleta medieval no se ha revelado en toda su grandeza. El valor de su importante tratado critico sobre las religiones, primero en su género de la Edad Media, ha sido justamente apreciado; además, se han publicado, y siguen apareciendo poco a poco. otras obras de nuestro autor sobre ética, historia y erudición, y se ha procurado hacer resaltar de una manera total, e incluso desproporcionada quizá, el bello y pequeño tratado erotológico al cual se debe en gran parte la actual celebridad de Ibn Hazm, o sea lo que bajo ciertos aspectos podríamos denominar la Vita Nuova de este gran pensador del Occidente musulmán, quien por algunos rasgos de su carácter y de su biografía, aun cuando no por su genio poético, nos recuerda la figura de Dante.
Ayyub Ibn Habib
Ayyub ibn Hibib fue designado gobernador de forma unilateral por parte de los dirigentes árabes residentes en la península ibérica, aunque se dejó claro, para evitar problemas, que a la llegada del nuevo gobernador y sustituto oficial de Abd al-Aziz, debía abandonar toda responsabilidad. Seis meses después de su llegada al poder fue sustituido por al-Hurr ibn Abd al-Rahman al-Thaqafí.
Los gobernadores de esta primera época se sucedieron unos a otros rápidamente, puesto que la inestabilidad reinante en todo el califato repercutió en la península ibérica; en general, tales gobernadores gozaron de poca autonomía y no pasaron de ser meros delegados del valí de Qayrawan.
Ibn Battuta
Ibn Battuta
La obra, traducida en occidente con el nombre de A través del Islam, constituye una valiosísima fuente de información de primera mano sobre la historia y la geografía del mundo musulmán durante la Edad Media, además de ser en su época una de las pocas referencias fiables de unos territorios desconocidos por casi todo el mundo habitado, aunque también hay que decir que la obra contiene numerosísimos errores geográficos y bastantes pasajes con poca credibilidad, toda vez que la narración posee un alto grado literario y artístico, donde se puede apreciar el deseo del autor por agradar al lector con historias y relatos maravillosos al uso de la época. Ibn Battuta fue testigo directo de una de las mayores convulsiones que asolaron a la Edad Media: la Peste Negra del año 1348, que le alcanzó cuando éste estaba en Siria, y cuyos efectos catastróficos describió minuciosamente.
Miembro de una familia honorable dedicada a la magistratura islámica (cadíes), desde muy joven Ibn Battuta se aficionó a la lectura, especialmente de obras relacionadas con la geografía y con todo tipo de libros de viajes. Ayudado por el desahogo económico de su familia, cuando tan sólo contaba con veintiún años de edad, Ibn Battuta comenzó su periplo viajero. El 13 de junio del año 1325, partió en dirección a La Meca con el designio de cumplir la peregrinación preceptiva para todo musulmán de visitar la ciudad santa por excelencia del Islam.
Ibn Battuta recorrió todo el norte de África a lo largo del litoral, en el que apenas detuvo su atención, hasta llegar a Alejandría. Desde Egipto se adentró curso arriba por El Nilo hasta la ciudad de Aydab, ubicada a la altura de las primeras cataratas, para luego regresar a El Cairo ante la imposibilidad de embarcarse hacia Arabia atravesando el Mar Rojo, como era su deseo. A continuación, Ibn Battuta visitó Damasco y Alepo, tras de lo cual tomó la ruta directa hasta La Meca, lugar al que llegó en septiembre del año 1326. Al mes siguiente, Ibn Battuta abandonó La Meca para proseguir su itinerario por los lugares santos del Islam, Meshed y la tumba del santo Alí al-Ridá.
Una vez que hubo cumplido sus deseos de devoto, se dirigió hacia Irak, el Juzistán, Fárs, Tabiz y el Kurdistán para acabar en Bagdad, desde donde, en el año 1327, regresó a La Meca para vivir tres años seguidos como profesor de Teología, período en el que se granjeó fama de austero y devoto musulmán. Cuando el espíritu viajero volvió a apoderarse de Ibn Battuta, éste emprendió el viaje, esta vez hasta Kilwa. Desde esa ciudad regresó a Arabia por Omán y el Golfo cumpliendo una nueva peregrinación a La Meca, en el año 1332.
Viajes de Marco Polo e Ibn Battuta
Tras visitar Arabia a fondo, Ibn Battuta dio comienzo realmente a su gran viaje que habría de llevarle hasta el mismísimo corazón del imperio chino. Desde La Meca Ibn Battuta viajó a Egipto, Siria y la península de Anatolia. En la ciudad costera de Sinope se embarcó para Crimea y Jaffa (actual ciudad de Feodosia), importante factoría comercial de Génova, donde tomó contacto por primera vez con la cultura cristiana occidental. Una vez en Constantinopla, tras una corta estancia en la capital bizantina, se dirigió hacia los territorios dominados por la Horda de Oro y de los tártaros de Qiptaq, donde el khan, según su propio relato, le recibió con un lujo impresionante y le hizo el honor de compartir varias de sus esposas oficiales.
Ibn Battuta dirigió su atención a las misteriosas tierras del norte, alcanzando las heladas estepas donde se conseguían las pieles de armiño y marta tan apreciadas por la realeza y alta nobleza europea. Por último, movido por un gesto caballeresco y de agradecimiento típico de los musulmanes, Ibn Battuta aceptó acompañar a una de las esposas del khan a Constantinopla, bordeando la costa del Mar Negro, ciudad donde también fue objeto de una bienvenida digna de un rey por parte del emperador bizantino Andrónico III Paleólogo.
De regreso en la corte del khan, Ibn Battuta se preparó a conciencia para su siguiente viaje, el más largo y duradero de todos ellos. Atravesando el río Volga y las estepas aralocaspianas, el 13 de septiembre del año 1333 alcanzó el fértil valle del Indo, dirigiéndose a Delhi, ciudad en la que permaneció nueve largos años al servicio del sultán Muhammad Ibn Tughluq. Aunque Ibn Battuta prosperó y alcanzó los más altos honores en la lujosa corte del sultán hindú, sus deseos por conocer mundo y las ganas de aventuras que llevaba en la sangre vencieron a la comodidad que gozaba en aquellos momentos. Por fin, deseoso de abandonar una vida sedentaria y muy cómoda pero repleta de intrigas, responsabilidades y envidias por doquier, en el año 1342 el sultán hindú le nombró embajador de su reino en los territorios más orientales del continente.
Su periplo al Extremo Oriente se inició visitando por espacio de un año y medio las islas Maldivas, donde la pequeña expedición de Ibn Battuta tuvo que recalar como consecuencia de una terrible huracán que destrozó todas las embarcaciones. Ibn Battuta descansó en un lugar auténticamente paradisíaco, donde actuó como juez gracias a sus estudios de Teología. Una vez que pudo zarpar, Ibn Battuta llegó hasta Ceylán (actual Sri Lanka), donde escaló la célebre montaña que según la leyenda contenía las huellas de las pisadas de Adán, el primer hombre de la humanidad. Tras ser desvalijado por los piratas del Índico, Ibn Battuta se vio obligado a regresar a Calcuta haciendo escala en Bengala, Assam y Sumatra, en cuyo reino el sultán musulmán le proporcionó una embarcación hecha con juncos con la que pudo alcanzar, por fin, la costa china.
Tras una larga y penosa navegación de cabotaje, Ibn Battuta desembarcó en Zaitón (ciudad identificada por los especialistas con algunas reservas con la actual Chuanchou, cerca de Amoy, en la región del Fujián), efectuando numerosos recorridos por aquel inmenso país hasta alcanzar la capital Pekín, donde apenas estuco un mes, para seguir sus exploraciones. Precisamente, según los expertos sobre el autor y su obra, este pasaje de la Rihläh es el menos verídico y el que más sospechas levanta de que fuera un extracto añadido por un apócrifo, debido al cambio de estilo narrativo tan sustancial y a la gran cantidad de imprecisiones y errores que contiene, contrastando con la fiabilidad anterior del relato. Probablemente, Ibn Battuta nunca alcanzó a ver Pekín ni la famosa Muralla China.
No obstante, Ibn Battuta dejó gran información escrita sobre aquel período. Ibn Battuta quedó gratamente sorprendido ante una civilización tan extraña y sus grandiosas fiestas. También describió de un modo prolijo el funcionamiento de una administración minuciosa y eficaz, de una justicia ejemplar y de una economía compleja, detalles todos ellos a los que no estaba acostumbrada una persona como él educado bajo unos parámetros intelectuales, sociales y religiosos tan distintos.
Como consecuencia de las graves agitaciones políticas que sacudieron a China en el año 1347, Ibn Battuta inició el regreso a Occidente antes de los deseado, a través de Sumatra y Malabar hasta Egipto, desde donde se dirige a La Meca para realizar otra peregrinación. Ya en Alejandría, sin ningún contratiempo, embarcó rumbo a Túnez a bordo de una navío catalán que los trasladó a Cerdeña (por aquellas fechas perteneciente a la Corona de Aragón), hasta que, finalmente cruza el occidente de Argelia y entra en el reino de Marruecos, dirigiéndose a la capital del reino meriní, la floreciente Fez, donde fue recibido como un héroe nacional por el mismísimo sultán, en noviembre del año 1349.
Ibn Battuta es recibido por Mohammed ibn Tughliq
Sin apenas saborear las mieles de sus aventuras y hazañas entre sus compatriotas, Ibn Battuta fue encargado por el sultán de realizar otro viaje de mucha menor envergadura que los anteriores pero no por ello menos importante, sobre todo para los generaciones posteriores, ya que fue comisionado para explorar una parte de los territorios desconocidos habitados por los negros que apenas se conocían por aquel entonces. Nos estamos refiriendo al semilegendario imperio africano de Malí, sobre el que Ibn Battuta dio una cumplida referencia geográfica, política, social y religiosa en la Rihläh.
Pero antes de partir hacia el Sáhara occidental, Ibn Battuta fue enviado como embajador del sultán al reino musulmán de Granada, donde permaneció por espacio de un año más o menos, entre 1351 y 1352. De regreso en Marruecos, Ibn Battuta informó pormenorizadamente a su sultán de la delicada situación política por la que estaba atravesando el último reino musulmán que aún quedaba en el extremo occidental del continente europeo, amenazado constantemente por el monarca castellano Pedro I el Cruel.
En el año 1352, Ibn Battuta partió desde Sijilmassa, ciudad que se encontraba en su edad de oro, apodada la "puerta del desierto", a la cabeza de una caravana de mercaderes, con la que logró atravesar el desierto del Sáhara en dirección norte-sur en tan sólo dos meses, período en el que pudo estudiar con profundidad los mecanismos principales que regían el lucrativo tráfico comercial de la región: el intercambio de la sal de Taghasa y el oro del Sudán. El contacto con el mundo musulmán negro en la corte del sultán de Malí, Mansa Suleyman, dueño del poderoso y temido Imperio de Malí, decepcionó por completo a Ibn Battuta, acostumbrado al esplendor de Oriente. La simpleza de esta gente a la hora de interpretar el Islam y los casos de antropofagia que Ibn Battuta pudo comprobar con sus propios ojos, acabaron por obligarle a reanudar la marca al año de su estancia en Malí.
Después de alcanzar el Níger, al que creía un afluente de El Nilo, Ibn Battuta descendió por su cauce hasta llegar a las localidades de Tombuctú y Gao, tras de lo cual alcanzó la ciudad de Taccada (actual Agadés), el punto más meridional al que había llegado el hombre blanco en la parte occidental del continente africano. A finales del año 1353, Ibn Battuta regresó a Sijilmassa a través del Aïr y el durísimo Ahaggar, en pleno desierto del Sáhara.
De vuelta en Fez, Ibn Battuta dedicó el resto de su vida a ejercer como cadí. En el año 1355, el sultán meriní le mandó recoger por escrito todos sus viajes desde el año 1325, labor para la que contó con la colaboración del escritor granadino Ibn Yuzayy, el cual dedicó tres meses antes de morir a la redacción completa del libro siguiendo los dictados que le iba haciendo Ibn Battuta. Esta práctica de dictar (y reconocer que se ha hecho) no significaba desdoro alguno para el autor, sino más bien todo lo contrario, ya que era muy corriente en Europa y en la cultura literaria musulmana. Sin ir más lejos, el propio Marco Polo probablemente dictó sus andanzas a maese Rustichello de Pisa, al igual que hiciera dos siglos después el colonizador y descubridor Cabeza de Vaca con su obra Comentarios, entre otros muchos ejemplos más.
Precisamente, el hecho de que la obra fuera escrita por un notabilísimo escritor y mejor poeta aún como era el granadino Ibn Yuzayy, hace que en la misma aparezcan relatos en algunas ocasiones demasiados desnudos y fríos junto con otros mucho más elaborados, donde Ibn Yuzayy se ve que hizo grandes esfuerzos por demostrar a todo el mundo su gran erudición y su arte literario repleto de toda clase de florituras estilísticas.
A esta asimetría en el estilo hay que añadirle el hecho de que Ibn Yuzayy reconstruyera imaginariamente itinerarios del viaje de Ibn Battuta, no se sabe sin con el consentimiento de éste o no, agrupándolos, cortándolos o estirándolos para conferir un orden lineal al relato, práctica que le indujo a cometer un sinfín de errores geográficos y cronológicos bastante graves, como se sospecha que ocurrió cuando el libro relata las andanzas de Ibn Battuta por Pekín y sus alrededores. Todas estas cuestiones han inducido a los especialistas a dudar de la credibilidad de lo relatado por Ibn Battuta.
De todas formas, de lo que no hay duda alguna es de la gran importancia y calidad de la obra de Ibn Battuta por sí misma, así como de su periplo viajero, impresionante y con notas de heroicidad innegables teniendo en cuenta cómo y cuándo lo realizó. Con la finalidad última de proporcionar al sultán informaciones difíciles de adquirir en la época, Ibn Battuta recogió datos históricos, geográficos, folclóricos y etnográficos al mismo tiempo que narró las costumbres peregrinas o cotidianas, sucesos maravillosos y acontecimientos legendarios de los lugares por donde pasaba, afirmando por encima de todo la omnipresencia del Islam como forma de vida y comprensión del mundo. En la obra también hay referencias a los conflictos internos del Islam y a sus variadas sectas, así como descripciones pormenorizadas de los ritos musulmanes.
Ibn Arabí
A pesar de sus esfuerzos por mantenerse dentro de la ortodoxia islámica, admitió la equivalencia de todas las creencias religiosas, en cuya variedad de rituales y leyes veía formalizaciones singulares destinadas a verbalizar el fervor religioso que habita en los hombres. Al situar dicha experiencia religiosa más allá de cualquier medida moral, negaba de modo implícito la existencia del infierno y afirmaba que el Paraíso acogería eternamente a todas las criaturas sin distinción.
Ello le valió la hostilidad de numerosos teólogos sunnitas, entre ellos el sirio Ibn Taymiyya (siglo XIII). Su poemario La intérprete de los ardientes deseos, inspirado por una mujer persa, amalgama figuras bíblicas y coránicas. Por lo que se refiere a sus vastas Conquistas espirituales, constituyen sin duda la enciclopedia más completa del sufismo.
Ibn al-Nafis
Es conocido por sus escritos sobre fisiología y medicina. Su voluminoso libro sobre el arte de la medicina, titulado Kitab al-Shamil, incluye secciones específicas sobre técnicas quirúrgicas y sobre las obligaciones de los médicos con sus pacientes. También escribió diversos tratados sobre enfermedades oculares y sobre la dieta, así como comentarios a los escritos del médico griego Hipócrates.
Su aportación más destacada fue el descubrimiento de la circulación menor de la sangre (circulación pulmonar), al que llegó seguramente por reflexión pura, ya que la disección estaba prohibida por la ley musulmana; tal aportación se halla en su obra Sharh Tashrrih al-Qanun. Su teoría no fue aceptada por sus contemporáneos; sin embargo, posteriormente, Servet, que conocía su obra a través de una traducción, formuló en Occidente la misma teoría.
Jacques Ibert
Como compositor es el representante más característico de cierta concepción del genio artístico francés, ya que demostró sobriedad en los medios, sentido del estilo y pudor en la expresión. Tras obtener el Gran Premio de Roma, en su primera época compuso, entre otras obras, La ballade de la geôle de Reading y Escales. En esta última obra es menos característico el impresionismo que en otros trabajos posteriores, como en las óperas Angélique y Rey d'Yvetot y en los ballets Le chevalier errant (sobre el tema de Don Quijote) y Diane de Poitiers.
El ingenio de Ibert también se encuentra en las obras orquestales Féderique, ouverture de fête, en el Concierto para violoncelo y viento y, sobre todo, en su música ambiental para la comedia El sombrero de paja italiano de Labich, obra que también utilizó años después en Divertimentos orquestales, en la que incorpora parodias a otros compositores, como Mendelssohn y J. Strauss.
De su música para piano, la pieza más famosa es Le petit âne blanc, mientras que en su repertorio de música de cámara destacan Cuartetos para cuerda en do, el Trío para viola, violonchelo y arpa y las piezas para grupos de viento. Ibert se encargó también de crear música para la radio y el cine, como la producción Mil años de historia francesa.
Mariano Ibérico
A lo largo de su vida fue catedrático de Historia de la Filosofía Moderna, de Filosofía Subjetiva, de Historia de la Filosofía Antigua, de Estética y de Filósofos Contemporáneos. Desde 1952 hasta 1955 ejerció como rector de la Universidad y durante un breve espacio de tiempo (diciembre de 1955), fue ministro de Educación Pública.
Dos son los grandes ejes en los que se centró el pensamiento de Ibérico: la relación entre estética y metafísica y su dialéctica del ser y del aparecer. Por lo que respecta al primer punto, y muy influido por las tesis de Henri Bergson, su teoría del conocimiento simbólico sintetizó la relación entre la experiencia estética y la metafísica (el “sentimiento de la vida cósmica”), considerando esta última una superación trascendental de aquélla.
En cuanto a su teoría de la relación entre ser y aparecer, su más original aportación a la filosofía, afirmó que el ser deja de ser “en sí” cuando ‘aparece’ reflejado ante la conciencia, que sintetiza ser y apariencia. Así, el ‘aparecer’ adquiere también la condición de ‘ser’, creándose un sistema dialéctico del ser que se refleja en apariencia y de apariencia que termina por convertirse en ser.
Entre sus más importantes escritos, cabe citar: Una filosofía estética (1920), El nuevo absoluto (1926), El viaje del espíritu (1929), La unidad dividida (1932), El sentimiento de la vida cósmica (1939) y La aparición. Ensayo sobre el ser y el aparecer (1950).
Federico de Ibarzábal
Dolores Ibárruri [La Pasionaria]
Desde que pasó a la acción con motivo de la huelga general revolucionaria de 1917, Dolores Ibárruri fue adquiriendo prestigio como oradora y articulista política, a pesar de que había interrumpido muy pronto su formación escolar para ponerse a trabajar como sirvienta.
Impresionada por el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia, Dolores Ibárruri participó junto con la agrupación socialista de Somorrostro, de la que era miembro, en la escisión del PSOE que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista de España (PCE) en 1920, llegando a formar parte de su Comité Central en 1930; en 1931 se trasladó a Madrid para trabajar en la redacción del periódico del Partido, Mundo Obrero.
Su activismo de luchadora incansable le llevó a la cárcel por dos veces en 1931-33. Recién elegida diputada por Asturias en 1936, la sublevación de los militares contra el gobierno de la República acrecentó su carisma popular, al desplegar durante la siguiente Guerra Civil (1936-39) una gran actividad de propaganda; su prosa apasionada, sensible y coherente la convirtió en símbolo de la resistencia y combatividad de la España republicana.
La Pasionaria firmando autógrafos para los soldados
de las brigadas internacionales (1938)
Ya durante la guerra ascendió al segundo lugar en influencia dentro del partido, después de su secretario general, José Díaz. Tras la derrota militar se exilió en la Unión Soviética (1939-77), continuando su labor como representante de España en la Internacional Comunista. Al morir Díaz en 1942, Pasionaria le sustituyó como secretaria general del PCE, cargo del que sería desplazada por Santiago Carrillo en 1960; se mantuvo, no obstante, en el cargo honorífico de presidenta del Partido.
Dolores Ibárruri regresó a España tras la muerte de Franco y la transición a la democracia, resultando elegida de nuevo diputada por Asturias (1977). Incluso entonces permaneció aferrada a los viejos ideales del comunismo prosoviético, que apenas tenían ya eco ni en la sociedad española ni en el PCE; aquejada por problemas de salud, abandonó pronto su escaño y se retiró de la política activa.
viernes, 9 de abril de 2010
Agustín Ibarrola Goicoechea
En 1950, conoció al escultor vasco Jorge de Oteiza, quien influyó notablemente en su producción y su mentalidad artística; con él aprendió la división y análisis del espacio propia del constructivismo y, sobre todo, la mentalidad de creación artística conjunta, donde participaran numerosos artistas y diferentes artes.
En 1956 viajó a París, donde conoció a los artistas españoles residentes en esta ciudad y, poco después, fundó en el café Rond Point el Equipo 57, junto a José Duarte, Ángel Duarte y José Serrano. A través de José Ortega, descubrió el grabado y se integró en el movimiento de "Estampa Popular" del País Vasco.
Los convulsos años 60 le llevan a la participación política y social. En 1962 fue detenido y encarcelado en el penal de Burgos por manifestar ideas próximas a la ideología comunista, hecho que no impidió su participación en huelgas obreras que le llevaron de nuevo a la cárcel en 1967. En ambas ocasiones siguió pintando.
El bosque de los tótems (1996)
Su obra pictórica desarrolla plásticamente su ideología política y puede ser inscrita dentro de la pintura social, de denuncia del mundo proletario y rural. El estudio sobre los espacios curvos y la relación del negativo y el positivo, desarrollados en el seno del Equipo 57, influyeron en su planteamiento estético posterior. En los últimos años vive recluido en su caserío realizando obras de gran formato, tanto escultóricas como pictóricas, y trabajando en sus intervenciones en la naturaleza en sus Bosques, decoraciones pictóricas realizadas en árboles.
En 1993, algunas de sus obras, ubicadas en el País Vasco, junto a otras de Jorge Oteiza y Jon Iturrarte, sufrieron sucesivos atentados por motivos políticos. En 2000, tras una primera agresión de los propietarios del bosque de Ibarrola, fueron destruidas las cortezas de cien de los árboles, al tiempo que dos fueron talados.
Estas y otras circunstancias hicieron que el artista vasco decidiera abandonar su Euskadi natal y autoexiliarse a Ávila, a la finca Garoza de Bracamonte, cedida por su amigo y experto en arte Alfredo Melgar, en 2005, donde siguió trabajando la piedra y otros materiales con el mismo entusiasmo a la espera de la futura creación de una fundación con edificios-museo que, en el futuro, albergaran el conjunto de su obra.
Juan José Ibarretxe
Juan José Ibarretxe
De 1986 a 1991 ocupó la presidencia de las Juntas Generales de Álava, y de 1983 a 1994 desempeñó el cargo de procurador de esta misma institución. Ha sido también presidente de la comisión de Economía y Presupuestos del Parlamento vasco durante dos legislaturas (1986-1990 y 1991-1994). En 1994 fue nombrado presidente de la Comisión Económica y Financiera del Consejo de la Universidad del País Vasco, actividad que alternó con la de coordinador del seminario Euzkadi en la Unión Europea de la Fundación Sabino Arana.
El 4 de enero de 1995 el lehendakari José Antonio Ardanza lo incluyó en su gabinete como vicelehendakari, meses después de que también le fuera encomendada la consejería de Hacienda y Administración Pública. El 28 de marzo de 1998, Juan José Ibarretxe fue elegido unánimemente, por la Asamblea Nacional del PNV, candidato a lehendakari para los comicios vascos del 25 de octubre, en los que su partido volvió a repetir el triunfo electoral, aunque necesitó el apoyo de EH para obtener la mayoría parlamentaria.
Pero dos años y cuatro meses después de su investidura, Ibarretxe tuvo que poner fin a la legislatura más corta de la historia parlamentaria vasca y anunciar el adelanto electoral. El Pacto de Lizarra y la tregua de ETA marcaron el inicio de un mandato en el que los peneuvistas habían colocado todas sus esperanzas de alcanzar la paz en el País Vasco, pero la legislatura terminaba con una crispación política desconocida y una nueva ofensiva terrorista que, sólo en el año 2000, se había cobrado la vida de 23 personas.
La política de pactos del PNV con las fuerzas nacionalistas de EH determinó un enfrentamiento directo entre el ejecutivo de Ibarretxe, que gobernó en minoría desde que EH abandonara el Parlamento en septiembre de 2000, y los partidos de oposición generalistas. La presión de populares y socialistas y la imposibilidad de sacar adelante iniciativas legislativas por la ausencia de apoyos en la Cámara vasca forzaron al lehendakari a disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones autonómicas para el 13 de mayo de 2001.
El País Vasco vivió la campaña electoral más dura de su historia con dos bloques políticos que presentaban opciones claramente enfrentadas. Por un lado, la coalición nacionalista PNV-EA apostó por un programa abiertamente soberanista con el que pretendía superar el marco estatutario y trabajar por la autodeterminación del territorio. Por otro lado, PP y PSOE olvidaron sus diferencias ideológicas para ofrecer un discurso común en defensa de la Constitución y el Estatuto como marcos ineludibles para hacer frente al problema terrorista en Euskadi.
Celebrados los séptimos comicios autonómicos, la mayoría de la sociedad vasca concedió su apoyo al lehendakari en funciones. La coalición PNV-EA logró cerca de 600.000 votos y 33 escaños, mientras el Partido Popular sumaba 19 y el PSE-PSOE 13. IU-EB consiguió tres actas de diputado y la izquierda abertzale, representada en EH, perdió 7 de sus 14 escaños en la Cámara vasca; sólo consiguió el respaldo de 142.748 votantes, el peor cómputo de su historia política.
Ibarretxe fue reelegido nuevo lehendakari del Gobierno vasco el 12 de julio de 2001, en segunda votación, con el apoyo de 35 parlamentarios; 32 de la coalición PNV-EA (un diputado electo de EA llegó tarde a la sesión y no pudo depositar su papeleta) y los tres de IU-EB. Dos días más tarde juraba su cargo bajo el árbol de Gernika, en una jornada marcada por un doble atentado de la banda terrorista ETA que se cobró dos nuevas víctimas en Navarra y Guipúzcoa.
El proyecto de reforma del Estatuto de Gernika, bautizado como "plan Ibarretxe" dominó de principio a fin la agenda política del lehendakari en la nueva legislatura. El texto, abiertamente rechazado por las llamadas formaciones constitucionalistas [PP y PSOE], llegó por primera vez al Parlamento de Vitoria el 26 de septiembre de 2003. Un mes más tarde recibió la aprobación del Ejecutivo vasco. El Gobierno central trató entonces de impugnar el proyecto soberanista ante el Tribunal Constitucional pero el Alto Tribunal rechazó el recurso.
En la primavera de 2004, el plan superó el primer debate parlamentario en la Cámara vasca y, el 30 de diciembre de ese mismo año, el Parlamento autonómico aprobó con una mayoría absoluta de 39 votos el plan de reforma del Estatuto de Gernika propuesto por el lehendakari Ibarretxe, gracias a los escaños de PNV, EA, EB y tres de los seis diputados de Sozialista Abertzaleak, la nueva marca de la ilegalizada Batasuna. Cumplido el primer requisito que el Estatuto establecía para su propia reforma, la continuidad del proceso obligaba a buscar el respaldo político en el Parlamento Nacional.
Pero, tal y como estaba previsto, el 1 de febrero de 2005 el Congreso de los Diputados rechazó por abrumadora mayoría la propuesta del Parlamento vasco para reformar el Estatuto de Gernika, presentada en la Cámara por el propio lehendakari. El proyecto soberanista contó con el rechazo de 313 diputados [PSOE, PP, CC, IU y ChA], el apoyo de los 29 votos de las formaciones nacionalistas [PNV, CiU, ERC, BNG, EA y NB] y la abstención de los dos escaños de IC-V. Un día después, Ibarretxe anunció el adelanto de las elecciones autononómicas vascas, inicialmente previstas para el mes de mayo. Disolvió la Cámara vasca el 21 de febrero y convocó a los ciudadanos a las urnas el 17 de abril.
La coalición nacionalista PNV-EA se proclamó vencedora de las elecciones al Parlamento vasco con 29 escaños; cuatro menos de los obtenidos en los comicios autonómicos de 2001. El Partido Socialista de Euskadi logró 18 escaños y se convirtió en la segunda fuerza política con cinco diputados más que en la legislatura anterior, mientras el Partido Popular contabilizó 15 escaños, cuatro menos que en 2001. La izquierda abertzale, reunida por primera vez bajo el paraguas del Partido Comunista de las Tierras Vascas, logró 9 diputados; IU mantuvo los tres que ya tenía en la Cámara de Vitoria y, finalmente, la formación independentista Aralar, escindida de Batasuna, consiguió un escaño.
El 23 de junio de 2005, el Parlamento vasco aprobó, en segunda votación, la investidura de Ibarretxe como lehendakari, con el apoyo de los escaños de PNV, EA, EB y 2 de los 9 diputados del Partido Comunista de las Tierras Vascas. El respaldo de la izquierda aberztale a Ibarretxe dejó sin opciones la candidatura del líder del PSE, Patxi López, que contó con el voto favorable de su grupo y de los escaños populares.
José de Ibarra
Cultivó, sobre todo, la pintura religiosa, centrada en la catedral de México. Para la catedral de Puebla realizó conjuntos como el formado por La Inmaculada, La Asunción, La invocación de María por Jesús Niño y la Adoración del Santísimo Sacramento, situadas en torno al coro. Para la catedral metropolitana de México hizo, entre otras, las pinturas del retablo de la capilla de la Purísima Concepción. En la capilla de San José, del noviciado jesuita de Tepotzotlán, se encuentran el Patrimonio de san José, el Tránsito de san José y La huida a Egipto.
Toda su vida profesional estuvo marcada por el interés en participar junto a sus compañeros en todas aquellas iniciativas dedicadas a proteger los componentes intelectuales del arte de la pintura. Esto le llevó a formar parte de una academia de pintura organizada por los hermanos Rodríguez Juárez y a colaborar con Miguel Cabrera en todas sus iniciativas relacionadas con este tema.
Joaquín Ibarra
Allí montó en 1763 un célebre establecimiento tipográfico en la calle de las Urosas (moderna Luis Vélez de Guevara); años más tarde, desplazó su taller a la calle de la Gorguera (hoy, Núñez de Arce). El diseño de estas instalaciones fue seguido por el arquitecto Pedro Arnal al proyectar el edificio de la Imprenta Real y Nacional y también brindó modelo a la Compañía de Impresores y Libreros del Reino.
Ibarra fabricó sus propios útiles y dispuso de unos célebres tórculos de los que salieron sus magníficas ilustraciones gracias a la técnica del grabado en hueco. Desde el 3 de junio de 1779, fue nombrado Impresor de la Real Academia Española, tras haberlo sido José Rodríguez y Escobar, Francisco del Hierro y Antonio Pérez de Soto con sus respectivos talleres; en breve, fue también Impresor Real de Carlos III, impresor del Arzobispo Primado y del Consejo de Indias.
La fama de Ibarra deriva de sus magníficas ediciones, con una tipografía elegante que se acompaña con frecuencia de grabados de bella factura. De su taller, salieron obras como el Salustio en español (1772), animada por el Infante don Gabriel, que es hoy uno de los libros de coleccionista más afamados por sus reproducciones epigráficas, numismáticas y sus raros alfabetos.
Además, cabe recordar sus ediciones del Quijote, particularmente el encomendado por la Real Academia de la Lengua Española (1780); la Ortografía (1770), la Gramática (1771) y el Diccionario de la lengua castellana (1780) de esa institución; o bien la Historia de España del padre Mariana (1780). Ya póstuma, al rematarla su viuda e hijos, es la segunda edición de la Bibliotheca Hispana vetus et nova de Nicolás Antonio.
Francisco de Ibarra
En 1554, bajo el mandato de Francisco de Ibarra, los chichimecas fueron derrotados en numerosas ocasiones, contribuyendo ampliamente a pacificar la región. Este cambio provocó que Francisco de Ibarra dirigiese diversas expediciones en el territorio de los actuales estados mejicanos de Durango y Chihuahua, exploraciones con saldo positivo debido al descubrimiento de minas de plata en el primero de los estados. Gracias a su valía militar, en 1562 fue nombrado por el virrey Velasco adelantado y capitán general de Nueva Vizcaya, que fue el nombre que recibió la región explorada por Francisco de Ibarra.
Al frente de su capitanía, el gobernador español procedió al establecimiento de una rudimentaria administración pública que asentase definitivamente el dominio virreinal de la región. Lo más destacado de su actuación al frente de los destinos de Nueva Vizcaya fue la fundación de diversas ciudades, entre ellas Durango (actualmente, Victoria de Durango) y Nombre de Dios.
En 1564 abandonó su situación, un tanto burocrática para su natural ímpetu explorador, y realizó diversas expediciones por los territorios más septentrionales, sobre todo por las actuales regiones de Sonora y Sinaloa. En 1565 fundó la ciudad de San Juan Bautista de Carapoa (cuyo nombre actual es El Fuerte), y un año más tarde hizo lo propio con San Sebastián (la actual villa de Concordia), en un claro homenaje a sus orígenes guipuzcoanos.
Durante sus últimos años de vida, alternó las estancias en Nueva Vizcaya, pues continuó siendo gobernador de esta región, con las expediciones en Sinaloa. Precisamente en una de ellas, acontecida en la primavera de 1575, Francisco de Ibarra halló la muerte. La valoración de su labor conquistadora es excelente, y se integra dentro de las campañas fomentadas por el virrey Velasco para conquistar definitivamente todo el norte de México.
Paco Ibáñez
Paco Ibáñez
Empezó a sentir atracción por la poesía y leyó a Brassens, a quien considera su maestro, Góngora, García Lorca y Quevedo. Desde entonces se dedicó a poner música a la poesía en lengua española. En su primer álbum, Lorca y Góngora, editado en 1964 e ilustrado por Salvador Dalí, recopiló poemas de Luis de Góngora y Federico García Lorca. El disco constituyó todo un golpe en el contexto de la canción española.
En 1967 vino a España a cantar por primera vez, dando recitales en Madrid y Barcelona. En TVE cantó su versión del poema Andaluces de Jaén, de Miguel Hernández. En 1969, su interpretación del poema A galopar de Rafael Alberti hizo de él un símbolo de la lucha contra la dictadura franquista. Ese mismo año tuvo una excelente acogida en el Olympia, y, un año después, en varios países de América Latina.
Permaneció en España hasta 1971, pero luego volvió a Francia, en parte por la presión del franquismo, ya que estaba considerado como uno de los cantautores más críticos del régimen. En 1973 la Dirección General de la Seguridad le prohibió cantar en todo el territorio nacional. Tras la muerte del general Franco y el inicio de la democracia, volvió a los escenarios españoles.
En 1978 grabó un disco en el que la mitad de los temas estaban dedicados a Neruda. Intervino en diversos festivales, entre ellos, el Festival por la libertad, celebrado en Ordizia, con motivo del aniversario de la disidente de ETA asesinada "Yoyes" y en el festival Contra el miedo, organizado en San Sebastián, por su amigo y cantautor Imanol. Adaptó versos de otros autores como Gabriel Celaya, Blas de Otero o León Felipe. Entre todos los álbumes de Ibáñez cabe destacar España de hoy y siempre (1992) y el que dedicó integramente en 1979 a la adaptación española de las canciones de Georges Brassens.
En su repertorio se encuentran temas como A galopar (Alberti), La más bella niña (Góngora), Consejos para un galán, Romance del desterrado, Aristóteles dijo, El testamento, Me llamarán, nos llamarán (Otero), Canción para un maño (Brassens), La balada del que nunca fue a Granada, Nocturnos o Triste historia. En 2002, tres años después de la muerte de Goytisolo, Paco Ibáñez presentó un nuevo disco dedicado por completo al poeta catalán, en el que recuperaba los temas que popularizó en los años sesenta y setenta, como El lobito bueno, Me lo decía mi abuelito o Palabras para Julia.
Carlos Ibarguren
Como hombre de Leyes, ejerció la docencia durante muchos años en calidad de profesor de derecho romano, en la Universidad de Buenos Aires, cargo que abandonó para ocupar la cartera ministerial de Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno de Roque Sáenz Peña (1913-1914). Dentro de los numerosos servicios públicos que prestó en otras instituciones y organismos oficiales de su país, conviene destacar su fructífera labor como miembro de la Academia Nacional de Historia y, sobre todo, como presidente de la Academia Argentina de Letras.
En su faceta de escritor, Carlos Ibarguren cultivó con brillantez el género ensayístico para ocuparse, dentro de sus márgenes, de la recuperación y el estudio del pasado reciente de su pueblo. Así, dio a la imprenta varias obras de lectura imprescindible para el buen conocimiento de la historia argentina, entre las que conviene destacar las tituladas De nuestra tierra, Juan Manuel de Rosas (obra galardonada con el premio Nacional de Literatura, en su convocatoria de 1930), Las sociedades literarias y la revolución argentina (1938) y La historia que he vivido (1955).
Jorge Ibargüengoitia
Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de las fundaciones Rockefeller, Fairfield y Guggenheim.
Su obra abarca novelas, cuentos, piezas teatrales, artículos periodísticos y relatos infantiles. Su primera novela, Los relámpagos de agosto (1965), una demoledora sátira de la Revolución mexicana, lo hizo merecedor del Premio Casa de las Américas. A ésta seguirían Maten al león (1969), Estas ruinas que ves (1974), Dos crímenes (1974), Las muertas (1977) y Los pasos de López (1982), en las que echó mano del costumbrismo para convertirlo en la base de historias irónicas y sarcásticas.
En el terreno del cuento publicó La ley de Herodes (1976). Entre sus piezas teatrales destacan Susana y los jóvenes (1954), Clotilde en su casa (1955) y El atentado (1963). Murió trágicamente en un accidente aéreo.
Juana de Ibarbourou
Tres años después se trasladó a Montevideo, donde vivió desde entonces. Sus primeros poemas aparecieron en periódicos, principalmente en La Razón, de la capital uruguaya. Comenzó su larga travesía lírica con los poemarios Lenguas de diamante (1919), El cántaro fresco (1920) y Raíz salvaje (1922), todos ellos muy marcados por el modernismo, que expresó con abundancia de imágenes sensoriales y cromáticas, alusiones bíblicas y míticas, aunque siempre con un acento singular.
Su temática tiende a la exaltación sentimental de la entrega amorosa, de la maternidad, de la belleza física y de la naturaleza. Imprimió a sus poemas un erotismo que constituye una de las vertientes capitales de su producción. En 1929 fue proclamada "Juana de América" en el Palacio Legislativo del Uruguay, ceremonia que presidió el poeta "oficial" uruguayo, J. Zorrilla de San Martín, y que contó con la participación del ensayista mexicano Alfonso Reyes.
Poco a poco su poesía se fue despojando del ropaje modernista para ganar en efusión y sinceridad. En La rosa de los vientos (1930) se adentró en el vanguardismo, rozando incluso las imágenes surrealistas. Con Estampas de la Biblia, Loores de Nuestra Señora e Invocación a san Isidro, todos de 1934, iniciará en cambio un camino hacia la poesía mística.
En la década de 1950 se publicaron sus libros Perdida (1950), Azor (1953) y Romance del destino (1955). En esta misma época, en Madrid, salieron a la luz sus Obras completas (1953), donde se incluyeron dos libros inéditos: Dualismo y Mensaje del escriba.
Ocupó la presidencia de la Sociedad Uruguaya de Escritores en 1950. Cinco años más tarde su obra fue premiada en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, y en 1959 se le concedió el Gran Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez. Su obra en prosa estuvo enfocada fundamentalmente hacia el público infantil; en ella destacan Epistolario (1927) y Chico Carlo (1944).
Sara de Ibáñez
En 1940 publicó Canto, con prólogo de Pablo Neruda, su primer volumen de poemas, con el cual alcanzó prestigio internacional. Ejerció como profesora de Literatura desde 1945 y colaboró en numerosas publicaciones nacionales y extranjeras (La Nación, Cuadernos Americanos, Zona Franca, Le Journal de Poètes).
Su obra se inserta en la tradición de la poesía crítica, autorreflexiva, orientada a manifestar un profundo escepticismo hacia el lenguaje. En algunos de sus libros posteriores, como Canto a Montevideo (1941) o Artigas (1952), evocó la historia de su país. Uno de los aspectos más notables de su lírica es la presencia de una voz que evita definir el género, y cuando lo hace emplea una voz masculina que no sólo habla desde la perspectiva del hombre sino del guerrero.
Sus preocupaciones éticas, sus inquietudes metafísicas y su capacidad de análisis del mundo se ven reflejadas en los poemarios Hora ciega (1943) y Apocalipsis (1970). En Canto póstumo (1973) se recoge una veintena de composiciones del inconcluso Diario de la muerte.
lunes, 5 de abril de 2010
Maximiliano Ibáñez
Hizo sus estudios de humanidades en el Instituto Nacional y cursó leyes en la Universidad de Chile donde obtuvo el título de abogado en 1889, año en que el Gobierno de José Manuel Balmaceda le financió una estancia en Europa para estudiar ciencia política y administrativa, dos asignaturas que se pretendía integrar en la Universidad.
Incorporado a la Escuela Libre de Ciencias Políticas de París, durante su permanencia en Europa Maximiliano Ibáñez concluyó su interesante "Revisión del Código de Comercio" además de publicar, en 1891, un estudio relativo a "La revolución de Chile" en la Revieux des Deux Mondes. Asimismo colaboró en La Nueva Revista y en La Independencia Belga de Bruselas; realizó un estudio titulado "Las relaciones de los Estados Unidos con Chile y la América Latina" que mereció la distinción especial de ser transmitido por el cable a El Heraldo de Nueva York y publicó un folleto titulado "Causas de la democracia moderna", estudio que fue la memoria con que optó al diploma de la Escuela de Ciencias Políticas de París en 1892 y que mereció primera distinción del Consejo de Profesores.
Este mismo año Maximiliano Ibáñez redactó la memoria que Augusto Matte -líder del liberalismo doctrinario- y Agustín Ross presentaron al Gobierno revolucionario. Ibáñez, que había abrazado la causa del Congreso, sirvió de secretario del comité que Matte y Ross integraban representando en Europa a la Junta de Gobierno instaurada en Chile.
De regreso en América, con la aureola del prestigio alcanzado en el Viejo Continente, Maximiliano Ibáñez se incorporó a la universidad como profesor de Código de Comercio y, hasta 1895, tomó a su cargo la redacción principal del periódico de Santiago La Libertad Electoral. Este diario era uno de los más leídos en la capital (con un tirada de 5.000 ejemplares en 1894) y había sido fundado por los hermanos Augusto y Eduardo Matte Pérez por lo que se convirtió en órgano de expresión y morada política del sector más avanzado del Partido Liberal, realizando campañas en favor de los candidatos presidenciales Vicente Reyes y Germán Riesco, en las que Ibáñez colaboro activamente.
En 1894 Maximiliano Ibáñez resultó elegido diputado del Congreso por el departamento de Linares, su tierra natal y donde su familia era propietaria de explotaciones agrícolas. Tanto en su trabajo en La Libertad Electoral como en el desarrollado en la Cámara, en instituciones bancarias, como abogado de organismos crediticios y en los textos que escribió, Maximiliano Ibáñez defendió sus ideas impregnadas de liberalismo. En relación al papel moneda en vigor -sistema adoptado a finales de la década de 1870 por la carencia de metálico- Ibáñez defendía su abolición y opinaba que los ingresos del salitre debían permitir la vuelta al patrón oro. Sin embargo, la puesta en marcha de esta política fue muy convulsa, con dos intentos fallidos en 1892 y 1897 y no sería posible hasta 1920.
En su calidad de diputado, Maximiliano Ibáñez sostuvo la integridad de los principios liberales, promoviendo debates trascendentales sobre los Gobiernos de coalición. Fue elegido miembro de la Comisión Conservadora por los grupos liberales de la Cámara y su mandato legislativo fue renovado por los electores en 1897. Durante el mandato de Federico Errázuriz (1896-1901) actuó como incansable portavoz de la oposición y consiguió algunos triunfos legislativos; en la presidencia de Germán Riesco (1901-1906) continuó representando al liberalismo doctrinario, sostenedor de la Alianza Liberal y látigo de los coalicionistas y los conservadores, postura que confirmó en la convención del Partido Liberal de 1907.
En 1908, Maximiliano Ibáñez publicó el libro El régimen parlamentario en Chile y, como líder de la oposición aliancista y enemigo político de Juan Luis Sanfuentes, fue llamado por éste al inicio de su Gobierno en 1915 para formar un gabinete "universalista" que integrara a representantes de todos los partidos políticos. Ibáñez ostentaría la cartera de Interior en un Gobierno de mayoría aliancista, agrupación que logró óptimos resultados en las elecciones de 1918.
Testigo del ocaso del régimen parlamentario merced a intervenciones militares y Gobiernos autoritarios que se sucedieron entre 1925 y 1932, fue desplazado del poder por uno de ellos, el "Mussolini chileno" general Carlos Ibáñez, presidente de Chile entre 1927 y 1931. Maximiliano Ibáñez representó la figura del intelectual nacido en los albores del siglo XX merced a la nueva situación que planteó el aumento de la alfabetización, la expansión de la educación y el cada vez más destacado papel del periodismo, como atestiguan su tarea como docente, político y periodista.
Marcos Ibáñez
José Agustín Ibáñez
Francisco Ibáñez
De amateur a profesional
Ibáñez, que siempre mostró interés y se declaró seguidor de autores como Escobar, Peñarroya o Franquin, empezó a trabajar como botones a muy temprana edad. Mientras dibujaba y empezaba a publicar sus primeras historietas como profesional en 1956 en revistas como La Rosa o Paseo Infantil, seguía trabajando en el Banco Español de Crédito, ya como oficinista.
A pesar de los consejos de su familia, que tenía muy claro que un trabajo en un banco en los años cincuenta era como ejercer de funcionario por la seguridad laboral y económica que representaba, Francisco Ibáñez decidió abandonar la oficina y ejercer a tiempo completo como guionista y dibujante de cómics.
Francisco Ibáñez
En 1957 empezó a colaborar en la ya popular Editorial Bruguera, empresa editora de «Zipi y Zape», «La familia Cebolleta», «Doña Urraca», «El reportero Tribulete» o «Don Pío», en la que hasta ese momento trabajaban historietistas como Escobar, Peñarroya, Conti, Cifré, Vázquez o Jorge, autores que consiguieron burlar la censura de la época con historias costumbristas y críticas, y que fueron el origen de lo que se ha dado en llamar Escuela Bruguera.
En realidad, tanto Ibáñez como otros autores que le acompañaron en la para ellos nueva singladura de Bruguera (Raf, Gin o Segura) se convirtieron muy pronto en imprescindibles, en parte por la decisión de algunos de los creadores ya citados de abandonar Editorial Bruguera para fundar su propia empresa y editar sus propios tebeos.
Mortadelo y Filemón
En la conocida como «época dorada» de la historieta en España, Ibáñez empezó dibujando chistes y algunas historietas sin personaje fijo, hasta que en 1958 se le ocurrió crear a una pareja de detectives privados muy particulares, a los que bautizó como Mortadelo y Filemón.
Publicada inicialmente en la revista Pulgarcito, «Mortadelo y Filemón» fue al principio una especie de parodia de Sherlock Holmes y el Dr. Watson, incluida parte de la indumentaria de los mismos, pero muy pronto abandonaron sombrero de fieltro y pipa y tomaron la forma y los ropajes por lo que son reconocidos hoy en día: camisa blanca y pantalones rojos para Filemón; levita negra hasta el cuello para Mortadelo.
El Súper, Filemón y Mortadelo
El esquema básico de la personalidad de los dos investigadores fue, en esencia, el mismo desde sus inicios: Filemón era, en teoría, el jefe y responsable del dúo, aunque le podía más su buena voluntad que su acierto y acabara siempre recibiendo los más sonoros tortazos por culpa de su compañero; Mortadelo era el personaje con una personalidad más marcada desde el principio; listo, hábil y rápido con los disfraces, era el elemento que provocaba los gags y que casi siempre acababa perseguido por su «amado jefe».
Personajes icono
La serie fue muy bien recibida por los lectores casi desde el principio, pero fue en 1969, con el nacimiento de la revista Gran Pulgarcito y la iniciativa de publicar por entregas historias largas (sus aventuras hasta entonces eran de una o dos páginas), cuando Mortadelo y Filemón empezaron a convertirse en el mito popular que son hoy en día.
Su primera historia larga, El sulfato atómico, muy bien planificada y dibujada, confirmó a Ibáñez como autor de éxito, al tiempo que inauguró la Colección Olé de Bruguera. A partir de ese momento, Mortadelo y Filemón se hicieron definitivamente con el favor de los lectores de todas las edades, y su serie recibió en 1969, 1974, 1975 y 1976 el Aro de Oro a los personajes infantiles más populares.
Una clara muestra del espectacular éxito de la serie fue el nacimiento en 1970 de la revista Mortadelo, a la que seguirían otras publicaciones como Mortadelo Especial, Mortadelo Gigante y Súper Mortadelo. En aquel momento, Ibáñez ya había dotado a la serie de sus constantes más conocidas: Mortadelo y Filemón trabajaban para la T.I.A. (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) a las órdenes del Súper, y tenían que soportar los estrafalarios inventos del Profesor Bacterio, responsable por otra parte de la calvicie de Mortadelo, víctima de uno de sus errores «tecnológicos». Ofelia, la secretaria del Súper, apareció algún tiempo después.
Pero la popularidad de Francisco Ibáñez no se cimentó exclusivamente en «Mortadelo y Filemón». Autor prolífico, Ibáñez creó varias series, entre las que destacan «La familia Trapisonda, un grupito que es la monda» (nacida en las páginas de El DDT en 1959); «13, rue del Percebe» (otra de sus series más conocidas, realizada con una gran riqueza de detalles y creada para Tío Vivo en 1961); «El botones Sacarino» (serie que fue adaptada para la televisión a fines de los años noventa y que nació, según Ibáñez, como fruto de su propia experiencia como botones, en las páginas de El DDT en 1963); «Rompetechos» (del que Ibáñez ha dicho repetidamente que es su personaje favorito y su álter ego, iniciada en Tío Vivo en 1964), y «Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio» (Tío Vivo, 1966), entre muchas otras.
El cierre de Bruguera
Ibáñez trabajó simultáneamente en varias series, con una dedicación especial hacia «Mortadelo y Filemón», hasta que en 1985, un año antes del cierre de Editorial Bruguera, y por desavenencias con la dirección de esta empresa decidió buscar otra editorial en la que publicar.
En aquel momento, y a la espera de lo que pudiera ocurrir con la propiedad de sus series, que contractualmente pertenecían a Bruguera, Ibáñez llegó a un acuerdo con Ediciones Grijalbo para crear «Chicha, Tato y Clodoveo, de profesión sin empleo», que, de alguna manera, mostraba una realidad social, y «7 Rebolling Street», un claro remedo de «13, rue del Percebe», que empezaron a publicarse en la revista Guai! y posteriormente en forma de álbumes.
Durante dos años, Ibáñez desarrolló estas series, hasta que en 1988 nació Ediciones B, que se hizo con todo el fondo editorial de Bruguera. Ediciones B e Ibáñez llegaron a un acuerdo y el creador de Mortadelo y Filemón regresó a los personajes que lo lanzaron a la fama, para quedarse ya definitivamente con ellos y concentrarse en la realización de nuevos álbumes. Los tiempos habían cambiado, e Ibáñez reflejaba los cambios sociales y políticos a su manera, en historias largas publicadas ya directamente como libros que parodiaban situaciones de candente actualidad.
Desde ese momento, Mortadelo y Filemón compartieron sus aventuras con personajes como Juanito Batalla (Juan Guerra), Rulfián (Luis Roldán) o con caricaturas de los políticos más importantes del momento, como Jordi Pujol, Narcís Serra, Felipe González o Pasqual Maragall. Igualmente, Ibáñez acudió a temas coyunturales, como parodias de películas, mundiales de fútbol, elecciones políticas, juegos olímpicos, el euro o sátiras de populares programas de televisión para ambientar las andanzas de los agentes de la T.I.A.
Ibáñez escribe y dibuja seis álbumes de «Mortadelo y Filemón» al año (ha publicado 150 títulos diferentes), y sus creaciones han sido adaptadas a otros medios, como los juegos para PC o los dibujos animados. El éxito del que han disfrutado en España Mortadelo y Filemón ha corrido parejo a su expansión internacional, ya que la serie se ha publicado en países como Alemania, Brasil, Portugal, Dinamarca, Italia, Grecia, Finlandia, Suecia o Francia. Y en 2003 llegó la película, una versión con actores de carne y hueso de sus personajes más conocidos.
Los agentes de la T.I.A. en imagen real
La gran aventura de Mortadelo y Filemón se estrenó en febrero de 2003 y en pocas semanas consiguió convertirse en una de las películas más taquilleras de la historia del cine español. Javier Fresser, su director, supo transmitir el espíritu de la serie en los cómics consiguiendo un verdadero «tebeo en imágenes» con la ayuda de su talento y de unos estupendos efectos especiales que reproducían perfectamente los tortazos, vuelos y carreras de los personajes de papel.
Parte del éxito de la película se debió, sin duda, a la estupenda caracterización que de Mortadelo y Filemón hicieron los actores Benito Pocino y Pepe Viyuela, respectivamente. La gran aventura de Mortadelo y Filemón incluyó, además, una aparición estelar de un convincente Rompetechos (interpretado por el actor Emilio Gavira) y un homenaje a la serie «13, rue del Percebe». El propio Ibáñez se mostró encantado con el resultado final de la película.
La ya larga trayectoria profesional de Francisco Ibáñez se ha visto reconocida en estos últimos años con el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona, que le fue concedido en 1994 y, más recientemente, con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2002. En 2003 Ibáñez continuaba dedicado en cuerpo y alma a escribir y dibujar sus álbumes de Mortadelo y Filemón y demostrando que seguía siendo uno de los autores de cómics más populares de todos los tiempos, como lo certificaba el hecho de sus obras siguieran figurando entre las más vendidas en la Feria del Libro de Madrid.
Narciso Ibáñez Serrador
Narciso Ibáñez Serrador
Se inició como director presentando El zoo de cristal de Tennessee Williams en el teatro Windsor de Barcelona. Escribió novelas radiofónicas y en 1957 estrenó su primera comedia, llamada Obsesión. Desde entonces firma todos sus trabajos literarios con el seudónimo de Luis Peñafiel. Atraído por la televisión, entró en ella aplicando sus experiencias como autor, director y actor de teatro, y escribió, realizó e intervino en infinidad de programas de todo tipo. En 1968 fue nombrado Director de Programas para el Exterior de Televisión Española, y en 1974 fue nombrado Director de Programas de Televisión Española.
Entre sus programas para televisión más conocidos figuran Obras maestras del terror, Cuentos para mayores, Estudio 3, Mañana puede ser verdad, Historias para no dormir, Historias de la frivolidad, 1 2 3 responda otra vez, Hablemos de sexo y Luz roja. El semáforo, con la fórmula televisiva de mostrar artistas (o aspirantes a artistas) anónimos, lleno de sentido del humor, fue una de sus últimas propuestas televisivas antes de abordar, de nuevo, en diciembre de 2003 el mítico 1 2 3, apedillado en esta ocasión ¡A leer esta vez!
En cine ha dirigido dos películas: La residencia (Premio a la mejor película, Taormina 1976) y ¿Quién puede matar a un niño? (Segundo Premio a la mejor película, Avoriaz 1976). En 2000 recibió el Premio Lope de Vega, dotado con dos millones de pesetas, por su obra El águila en la niebla. Ibáñez Serrador donó el premio a la Fundación Casa del Actor. Un año después, fue distinguido con el Premio Toda una Vida de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV). Reconocido en cuatro ocasiones con el Premio Ondas, en 2003 y con motivo del 50 aniversario de la institución de los galardones, recibió el Ondas de Oro a su trayectoria profesional.
Francisco Ibáñez Peralta
Se destacó por actuaciones arbitrarias, que se llevaron a cabo ya desde su llegada a Chile, cuando se negó a jurar como gobernador ante el calbildo, oponiéndose a una ceremonia legal y tradicional. Adquirió propiedades que más tarde se negó a cancelar. Vendió los cargos públicos, guardando para sí el dinero obtenido. Sus actuaciones provocaron sublevaciones entre los soldados y oficiales del ejército del sur, que, bajo la enseña "Viva el rey, muera el mal gobierno", estuvieron a punto de generar una guerra civil. Los disturbios más violentos se dieron en febrero de 1703.
Ibáñez intentó entrar en tratos con los cabecillas que se habían acogido al asilo de las iglesias, les ofreció indulto por escrito y, una vez entregados, traicionó lo pactado y los hizo matar mediante pena del garrote. Al contrabando practicado por los navíos holandeses e ingleses, se sumó el francés, en cierta medida consentido por la corona, dado que Francia era aliada de España. Además se incrementó el comercio ilegal desde Buenos Aires.
Las innumerables acusaciones levantadas en contra suya movieron finalmente a Felipe V a relevarlo. Aunque su gobierno terminó en 1709, continuó en el país preocupado por incrementar su fortuna hasta que el nuevo gobernador, Juan Andrés de Ustáriz, lo obligó a abandonar el reino en 1712. Pobre, desprestigiado y solo, ingresó en la Compañía de Jesús.
Adolfo Ibáñez Gutiérrez
En 1855 se trasladó al juzgado de letras de Chiloé, y al año siguiente se desempeñó como juez del crimen y de letras de Valparaíso. Su notable capacidad le permitió agregar a sus labores judiciales las diplomáticas, por lo que en el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu fue nombrado encargado de negocios y luego, en 1871, ministro plenipotenciario en Perú.
Fue el primer ministro de Relaciones Exteriores de Chile, cargo que desempeñó entre 1871 y 1875. Esta responsabilidad era central en aquella época, pues las relaciones internacionales de Chile pasaban por momentos críticos. Existía un ambiente de enemistad con Perú y Bolivia, que podía llevar a la guerra en cualquier momento.
No menos grave era la situación con Argentina, que había deshauciado el tratado de paz y amistad de 1856 y reclamaba derechos sobre la Patagonia. Ibáñez era partidario de un arbitraje, porque estimaba que Chile contaba con los títulos históricos suficientes. Con sus ideas debió asumir la defensa de los derechos de Chile sobre toda la Patagonia, en oposición al acuerdo del gobierno de Chile de ceder a Argentina unos 700.000 km2 por considerar la zona inhóspita e infecunda. El tratado, según el cual Chile renunciaba a sus derechos históricos sobre la Patagonia, fue firmado el 28 de julio de 1881 al término del gobierno de Aníbal Pinto.
Con su gran conocimiento del tema, previó en sus informes el desequilibrio que se creaba en el extremo austral del continente y los problemas que este hecho podría acarrear. Fruto de su experiencia escribió La diplomacia chileno-argentina. Su carrera pública continuó al ser nombrado ministro plenipotenciario en Estados Unidos. Entre 1876 y 1882 se desempeñó como senador por Valdivia. Posteriormente fue senador por Santiago entre 1882 y 1888. Bajo el gobierno de José Manuel Balmaceda, en 1890 fue nombrado ministro del Interior.
Durante la guerra civil de 1891 apoyó la causa balmacedista, razón por la cual fue perseguido y su casa saqueada, por lo que tuvo que emigrar a Argentina. Allí se le reconoció su título de abogado, se hizo miembro de la Sociedad Geográfica Argentina y del Ateneo Literario. En 1895 regresó a Chile, y al año siguiente se desempeñó como ministro de Justicia e Instrucción Pública, bajo la presidencia de Federico Errázuriz Echaurren.
Carlos Ibáñez del Campo
En 1903, ingresó como alumno en la Academia de Guerra. Ese mismo año fue destinado en la misión militar chilena en El Salvador. Posteriormente desempeñó en Chile los cargos de director de la Escuela de Carabineros en 1918, prefecto de policía de Iquique (1919-1920) y director de la Escuela de Caballería (1921). Siendo mayor del ejército formó parte del comité militar creado para presentar las preocupaciones militares ante el gobierno, y en esa condición participó en los pronunciamientos del 5 de septiembre de 1924 y del 23 de enero de 1925. Ascendió a teniente coronel y a coronel rápidamente a raíz de este último pronunciamiento, en el cual se llamó de nuevo a Arturo Alessandri para que completara su período presidencial y se emprendiera la reforma de la Constitución de 1833. Alessandri designó a Ibáñez en la cartera de Guerra.
No tardó en producirse la ruptura entre el presidente y su ministro de Guerra que, junto con otros hechos, condujo a la renuncia de Alessandri y a su reemplazo por el vicepresidente Luis Barros Borgoño, del cual Ibáñez continuó siendo ministro de Guerra. La gestión de Barros Borgoño sólo duró dos meses, y en diciembre de 1925 fue elegido presidente de la República Emiliano Figueroa: Ibáñez continuó con su cartera ministerial.
De este cargo pasó a ministro de Interior, lo que le llevó a la vicepresidencia de la República cuando Figueroa decidió renunciar. Aceptada la renuncia por el Congreso, Ibáñez convocó a elecciones presidenciales. Desbaratados los partidos políticos, desorganizadas las fuerzas obreras y cansada la opinión pública de gobiernos débiles, el coronel Ibáñez fue el único candidato. Triunfó sin competidor con el 98% de los votantes. Tomó posesión del mando el 21 de julio de 1927, a la edad de 50 años.
Después de cuatro años de trastornos políticos y sociales, la principal preocupación de Ibáñez en el gobierno fue el "restablecimiento del orden", por lo cual reprimió con energía cualquier intento opositor. Designó en el Ejército y la Armada a hombres de su confianza, con lo que se aseguró el respaldo de las Fuerzas Armadas, y deportó a políticos y dirigentes de tendencias diversas. Si bien su ideología era más bien conservadora, no tenía compromisos con los partidos políticos. Como parte de su preocupación por el orden público dictaminó la formación de Carabineros de Chile y organizó los servicios de investigaciones, dando especial importancia a la sección de policía política.
Se estableció una división territorial de la República en sólo 16 provincias, suprimiéndose pues siete de las existentes. Se creó la Contraloría General de la República y la Dirección General de Aprovisionamiento del Estado. El Congreso se dejó avasallar y permitió que el ministro de Hacienda ejercitara su exclusiva acción en materia de gastos, reorganización de la administración pública y fijación de sueldos. Permitió, además, que para el siguiente período parlamentario se designara un Congreso dócil al Ejecutivo, el "Congreso Termal", que resultó todavía más débil que el anterior: concedió autorización para que la presidencia dictara todas las disposiciones legales de carácter administrativo y económico que exigiera la buena marcha del Estado.
Disponiendo de amplias atribuciones, el gobierno pudo realizar un vasto plan de inversiones en obras públicas, como ferrocarriles, obras de regadío y de puertos, alcantarillado, agua potable, cárceles, escuelas, la casa presidencial de Viña del Mar, el Ministerio de Hacienda, etc. Además aumentó el sueldo de las Fuerzas Armadas y adquirió nuevo armamento.
En el plano educacional se creó la Dirección General de Educación Secundaria, que tomó a su cargo los liceos, hasta ese momento dependientes de la Universidad de Chile. En el orden internacional, uno de los aspectos más relevantes fue la firma del tratado de Lima (1929), por el cual se ponía fin al problema existente desde los días de la guerra del Pacífico (1879-1883) en torno a la soberanía de las provincias de Tacna y Arica. En virtud de dicho tratado, Tacna quedó bajo la soberanía de Perú, y Arica, de Chile.
El problema mayor del gobierno fue la necesidad de solucionar la crisis económica mundial del 1929, especialmente en lo relativo a la baja en las ventas de salitre, del cual Chile era el principal productor mundial. Para ello se formó la Corporación del Salitre de Chile (COSACH), en la cual figuraban como socios el fisco y las compañías salitreras. Con estas medidas, el gobierno esperaba poder pagar los créditos que había contratado para financiar el programa de obras públicas. La crisis determinó la caída del régimen. Un movimiento de opinión unió a los profesionales, empleados, estudiantes y obreros que pedían el restablecimiento de las libertades públicas, lo que fue respondido con una fuerte represión.
Finalmente presionado por el clamor popular, el 26 de julio de 1931 lbáñez renunció y se refugió en Argentina. El presidente del senado, Pedro Opazo Letelier, asumió como vicepresidente por algunas horas, en las cuales designó un gabinete presidido por el catedrático radical Juan Esteban Montero, quien, a su vez, en su calidad de ministro del Interior pasó a ocupar la vicepresidencia de la República.
La segunda administración de Ibáñez comprende de 1952 a 1958. Pese a contar con 75 años su candidatura despertó gran entusiasmo en la población: fue llamado "El General de la Esperanza", ya que prometía sacar al país de la falsa democracia a la que se había visto abocado por el gobierno de Gabriel González Videla. Ibáñez tenía en su contra varios factores: su pasado involucionista y dictatorial, su ideología conservadora con matices fascistas y su admiración por el dictador argentino Juan Domingo Perón. Sin embargo, en las elecciones de 1952, obtuvo los votos necesarios para acceder de nuevo a la primera magistratura de Chile.
A pesar de las dificultades que el mandatario debió afrontar, derivadas de la mala situación económica del país (asociada a la crisis en el precio del cobre, por el término de la guerra de Corea), en su gobierno creó algunos organismos destinados a activar la economía: el Ministerio de Minería, el Banco del Estado, la Corporación de la Vivienda (CORVI) y el Instituto de Seguros del Estado, la Superintendencia de Educación, la Empresa Nacional de Fundiciones y el Departamento del Cobre.
A favor de los trabajadores se estableció la asignación familiar obrera y el salario mínimo campesino. Se reformó la ley electoral y se estableció la cédula única oficial de votación. Se derogó la ley de defensa de la democracia promulgada por el gobierno de González Videla, por lo que en 1958 el Partido Comunista volvió a la legalidad.
La cadena de alzas de precios decretadas por el gobierno a comienzos de abril de 1957 levantaron una ola de protestas y asonadas en Santiago, Valparaíso y Concepción, con un saldo considerable de muertos y heridos. Ello contribuyó al desprestigio y posterior derrota electoral de un gobierno que se había iniciado bajo un clima de esperanza y popularidad, y que terminó en el más absoluto aislamiento.