(Madrid, 1644 - Lima, 1712) Gobernador de Chile. Por las influencias de su familia en la corte, logró ser nombrado gobernador de Chile, cargo en el que permaneció entre 1700 y 1709, sucediendo a Tomás Marín de Poveda. Su despreocupada gestión ensombreció la primera mitad de la Colonia. Hombre inteligente, enérgico y realista, no fue a Chile a gobernar, sino a hacer fortuna.
Se destacó por actuaciones arbitrarias, que se llevaron a cabo ya desde su llegada a Chile, cuando se negó a jurar como gobernador ante el calbildo, oponiéndose a una ceremonia legal y tradicional. Adquirió propiedades que más tarde se negó a cancelar. Vendió los cargos públicos, guardando para sí el dinero obtenido. Sus actuaciones provocaron sublevaciones entre los soldados y oficiales del ejército del sur, que, bajo la enseña "Viva el rey, muera el mal gobierno", estuvieron a punto de generar una guerra civil. Los disturbios más violentos se dieron en febrero de 1703.
Ibáñez intentó entrar en tratos con los cabecillas que se habían acogido al asilo de las iglesias, les ofreció indulto por escrito y, una vez entregados, traicionó lo pactado y los hizo matar mediante pena del garrote. Al contrabando practicado por los navíos holandeses e ingleses, se sumó el francés, en cierta medida consentido por la corona, dado que Francia era aliada de España. Además se incrementó el comercio ilegal desde Buenos Aires.
Las innumerables acusaciones levantadas en contra suya movieron finalmente a Felipe V a relevarlo. Aunque su gobierno terminó en 1709, continuó en el país preocupado por incrementar su fortuna hasta que el nuevo gobernador, Juan Andrés de Ustáriz, lo obligó a abandonar el reino en 1712. Pobre, desprestigiado y solo, ingresó en la Compañía de Jesús.
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